Hay momentos en la vida en los que todo se desborda. Las fuerzas ya no alcanzan, las puertas parecen cerradas, y ni siquiera el consuelo de palabras bien intencionadas logra calmar lo que llevamos por dentro.
Es allí donde muchos ya se han rendido, pero tú estás aquí, buscando a Dios. Eso dice mucho.
Tal vez ya oraste. Tal vez ya esperaste. Tal vez te dijiste mil veces: "Ya no puedo más." Y aún así, aquí estás, con el alma abierta, pidiendo lo único que puede cambiarlo todo: un milagro.
Porque lo que te está pasando no se arregla con consejos, ni con tiempo, ni con lógica. Lo que estás viviendo es una situación límite, urgente, desgarradora. Y solo Dios puede intervenir.
No te avergüences por sentirte así. Hasta Jesús, en Getsemaní, oró con lágrimas, con angustia, con el alma en agonía. No es falta de fe admitir que no puedes más. Es un acto de fe correr hacia los brazos de Dios cuando todo se desmorona.
Y aunque parezca que el cielo está en silencio, Dios no está lejos. Él está más cerca de lo que imaginas. Él conoce cada detalle, cada deuda que no puedes pagar, cada diagnóstico que te rompió, cada traición que no esperabas, cada noche sin dormir, cada oración que crees que no fue escuchada.
Hoy, no recites una oración como costumbre. Hoy clama. Grita si hace falta. Llora. Rompe tu orgullo. Porque Dios escucha a los que claman con el corazón desgarrado.
Oración: Señor, te necesito ahora, no mañana
Dios mío, vengo delante de Ti como nunca antes. No vengo a recitar palabras bonitas, vengo con el corazón hecho pedazos. Estoy al límite, Señor. Siento que si no haces algo hoy, me hundo. Me rompo. Me pierdo.
Ya no tengo más fuerzas. Ya no sé qué hacer. Me duele el alma, me pesa la vida. Y solo Tú puedes intervenir. Señor, no tengo plan B. No tengo otro lugar donde correr. Solo tengo Tu nombre. Solo tengo Tu misericordia.
Haz un milagro, Señor. No por mis méritos, porque no los tengo. Hazlo por Tu amor, por Tu compasión. Hazlo por quien llora en silencio cada noche. Hazlo por quien ha sido fiel y hoy está de rodillas, sin saber qué más hacer.
Rompe las cadenas que me atan. Sana lo que está enfermo. Devuelve lo que se ha perdido. Restaura lo que otros destruyeron. Haz lo imposible. Abre los cielos. No mañana, hoy. No en otro tiempo, ahora.
No me sueltes, Dios. Quédate conmigo. Aunque no entienda nada, aunque todo me duela, yo elijo seguir creyendo. Porque si dejo de creer en Ti, ¿qué me queda? Nada.
Tú eres mi única esperanza.
Hazme ver Tu mano, aunque sea en lo más pequeño. Hazme saber que estás aquí, que no me has soltado. Necesito un milagro, Señor. Y lo necesito con urgencia.
En el nombre de Jesús, te lo ruego. Amén.
Padre Celestial en tus manos encomiendo mi vida. Amén.
Yo tengo fe y creí que el Señor hará un milagro en mi vida hoy en el nombre de Jesús. Amén.