En ocasiones me he preguntado: ¿por qué deberíamos orar y adorar a Dios tanto de día como de noche? A lo largo de mi reflexión, encontré algunas razones que me llenaron el corazón y hoy quiero compartir las primeras tres contigo. Estas razones no son solo una respuesta a una curiosidad personal, sino una invitación a profundizar en nuestra relación con Dios, entendiendo el porqué de la adoración continua. La oración y la alabanza no solo son actos de reverencia, sino caminos que nos llevan más cerca de Su presencia y propósito. Quiero que te quedes conmigo hasta el final de este relato, porque juntos descubriremos la belleza y el poder que hay en alabarle sin cesar.
Dios es digno y nos amó primero. La Escritura nos muestra Su grandeza, y eso es suficiente para que respondamos con adoración incesante. “Todo el que respira alabe al Señor.”
El llamado de Dios a Su pueblo como sacerdotes. Desde los días de Israel, Dios nos instruyó a mantener un fuego constante de adoración, como nos muestra en Levítico 6:13.
El patrón del cielo. En el cielo, la adoración es perpetua. Los seres celestiales no cesan de día ni de noche, clamando "Santo, santo, santo." Si queremos vivir conforme a Su reino, debemos participar en este ciclo eterno de alabanza.
Estas tres razones nos recuerdan que la adoración continua no es solo una obligación, sino una forma de vivir plenamente satisfechos en Su presencia. Es una respuesta natural ante su belleza y gloria, y nos prepara para gobernar y reinar con Él.
Oremos:
“Querido y eterno Dios, al escudriñar tu palabra, encontramos tesoros maravillosos, llenos de sabiduría y de instrucciones que nos guiarán finalmente a donde te quieres conducirnos.
Gracias, señor, por la palabra de hoy y por enseñarnos que la oración y la avanza deben estar presente siempre nuestra boca y en nuestros actos.
Te pedimos, señor, por esta noche, tu gracia y tu misericordia nos cubra y que esta noche podamos descansar y estemos refugiados bajo tus alas que podamos meditar en lo que nos dice tu palabra, orar sin cesar y que el día de mañana nuestro primer pensamiento sea tú.
Guárdanos y libranos de todo mal. Perdona nuestros pecados en el nombre de Jesús. Amén.”
Dios es digno de nuestra adoración constante. No importa si es de día o de noche, cada momento es una oportunidad para alabar su nombre y estar en comunión con Él. La oración y la alabanza no solo transforman nuestras vidas, sino que nos acercan más a su reino eterno. Te invito a que te unas a mí cada día para orar y reflexionar juntos en su presencia. Cada noche compartiremos una nueva Oración y Reflexión. Que Dios te guarde y te llene de Su paz. ¡Nos vemos mañana para otra oración!
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