A menudo, oramos en la comodidad de la luz, en momentos seguros y tranquilos. Con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, hablamos con Dios como si la luz siempre estuviera presente. Pero, ¿qué sucede cuando la luz se apaga? ¿Qué pasa cuando la oscuridad, tanto física como espiritual, nos envuelve? Muchas veces, el miedo se apodera de nosotros, y en lugar de confiar, buscamos desesperadamente un rayo de luz que nos devuelva la paz.
Una mañana, mientras oraba en mi oficina, las luces sensoriales se apagaron de repente. Al principio, me asusté, pero luego, en esa oscuridad, descubrí algo profundo. Me di cuenta de que, incluso en la oscuridad, puedo orar, puedo encontrar paz y comunión con Dios, tal como lo hizo el salmista cuando dijo: "Aun las tinieblas no encubren de ti" (Salmo 139:12). Hoy quiero invitarte a reflexionar conmigo sobre la importancia de orar, no solo en la luz, sino también en los momentos de oscuridad.
En nuestra vida espiritual, la oscuridad puede representar momentos de duda, temor o confusión. Cuando parece que la luz de Cristo está ausente, solemos entrar en pánico. Pero la verdad es que, incluso en la oscuridad más profunda, Dios está presente. No importa lo difícil que sea el momento, podemos estar seguros de que Él nos sostiene. Como el Salmo 139:12 nos recuerda: "Para ti, la oscuridad no es oscura; la noche es tan brillante como el día."
Podemos orar en la oscuridad, tanto literal como figurativa, porque sabemos que Dios está con nosotros. Él nunca nos deja ni nos abandona, incluso cuando no podemos ver el camino.
Oremos:
“Padre, hay tantas cosas que he hecho o dicho hoy que son contrarias a tu voluntad. Perdóname, si le abierto alguna puerta al enemigo en mi vida, a causa del pecado, Señor, en el nombre de Jesús, ciérrala. Limpia mi con la sangre de tu amado hijo y ayúdame caminar en tus caminos.
Jesús, protégeme del terror de la noche y de la pestilencia que andan tinieblas. Tengo miedo y me asusta tan siquiera pensarlo. Sin embargo, no voy a temerle a ninguna cosa que intente arrebatarme mi paz y tranquilidad.
En el nombre de Jesús me voy a dormir sabiendo que ningún mal sobrevendrá esta noche, ni ninguna plaga, se acercará a mi morada.
Gracias por responder a mis oraciones, Señor. En tus manos me encomiendo, no sólo esta noche, sino todos los días de mi vida. En el nombre de Jesús. Amén.”
Terminar el día con una oración es la mejor manera de liberar el estrés y encontrar paz antes de dormir. No importa cuán oscuro haya sido tu día o cuántas dificultades hayas enfrentado, siempre puedes acudir a Dios en oración, sabiendo que Él está contigo en la oscuridad y en la luz. Te invito a que cada noche te unas a mí en oración y reflexión, dejando tus preocupaciones en las manos de Dios y experimentando el descanso verdadero que solo Él puede ofrecer. Juntos, cada día, compartiremos una nueva Oración y Reflexión de la noche. ¡Nos vemos mañana! Que Dios te bendiga y te llene de paz.
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